miércoles, 24 de febrero de 2016

Capitulo 17

Me desperté con el croar de las ranas que habitaban en un lago cercano, y vi media manta encima mío, mal puesta. Me incorporé sentándome, viéndole dormir. Me preguntaba si me la habría puesto él. No me cuadraba, él solía ser tan frío... Como un huracán en medio de la Antártida. Fuerte y frío, con una decisión increíble. Pero creo... Que tenía un corazón cálido, oculto tras esa máscara. Lo había visto en sus ojos que se iluminaban en vez de estirar sus labios, como dedicándome una sonrisa silenciosa, imperceptible. Pero veía que era como sabio, que sabía más de lo que aparentaba, más de lo que decía.
Y la charla de anoche... Me gustó hablar con él. Fue como hacer algo que no fuera discutir, y fue agradable.
Sus ojos se abrieron bajo mi mirada, batiendo las pestañas como yo cuando revoloteaba moviendo mis alas. Un bostezo, un estiramiento.

-¿Por qué me miras tan fijamente? ¿Soy muy guapo o algo?-su frase me sacó de mis cavilaciones, haciéndome también sonrojar.

-No, ¿por qué dices eso?

-No sé, a lo mejor lo he imaginado al ver tu cara babear por mí.

-Idiota-negué como si no tuviera remedio divertida, para añadir-: Deberíamos irnos, está amaneciendo.

Asintió mirándome a los ojos fijamente, como si fuera su presa, mientras de levantaba.

-¿Te es raro no tener cola de pez?

-¿Y a ti caminar y no volar?

-Sí, pero te acostumbras.

-Pues ya está.

-¿Por qué eres tan borde?

-Porque pienso que no tienes que ir por la vida siendo simpático. Si alguien merece tu cariño, se lo ganará, a pesar de las dificultades.

¿Ves? Por eso él me sorprende. No es lo que parece.

-¿Alguien se ganó alguna vez tu cariño, tu simpatía?

Simplemente se encogió de hombros, así que saqué mi brújula y fuimos en dirección al mencionado lago, un camino a los enanos, tan famosos porque, a pesar de ser pequeños, eran fuertes.

-Esto, Eider... No pienso pasar.

-¿Qué? ¿Por qué no?

-Porque mis alas se mojarán y dejaran de ser utiles, de funcionar-dije con un escalofrio recorriendo mi espalda con la mera idea de imaginarmelo.

-Va, Delia, seguro que eso es solo un mito como lo de los tritones de las piernas. 

-Quizás, pero no pienso averiguarlo.

Suspiro como armandose de paciencia.

-Delia, te aseguro que si algo le pasa a tus alas yo me hare responsable. 

-¡Pero eso no servira de nada! No me puedes pagar una cirugia de alas... ¡Porque no existen! No tengo capas protectoras en...

-Capas!-exclamo interrumpiendome como si le hubiera dado una idea. Cliché? Donde?-Espera un momento.

Y se fue dejándome con el agua del lsgo llevándome por los tobillos, y las alas mas tensas que una cuerda de guitarra.

Cuando volvió, traía consigo una especie de bol que no sé de dónde lo había sacado, junto a un monton de hojas, pero que muchas, y las echó ahí, empezando a machacar.

-Te lo pondré por las alas.

-¿Qué? ¿Bromeas?

-No, ¿por qué?

-Esa sustancia es asquerosa, la vas a poner por mis alas, y son delicadas.

-Delia, te parecerá fea por fuera, pero en realidad su poder curativo es muy grande, y de hecho es suave como el culito de un duende.

Me lo quedé mirando fijamente.

-Ven, confía en mí-dijo con voz suave, y se acercó a través del agua, sin convertirse en tritón.

Tocó mis alas con cuidado. El tacto era suave y delicado... Nunca antes lo había experimentado.

-Es la primera vez que me tocan las alas...-susurré mientras él movía las manos como si tocara un arpa y me las dejaba llenas de eso. Era ligero, por suerte.

-Me alegro-dijo también entre susurros-. Bien, entraremos de golpe, ¿sí?

Asentí y cogió mi mano.

-A la de una... A la de dos... ¡Y ya!

Y atravesamos el agua, cerrando los ojos dejando atrás las ranas y los árbolos, y apareciendo en un mundo en donde la gente era un metro más baja que nosotros, (aunque no quería saber cómo lucía yo en mi apariencia normal).

Cogidos de la mano para no perdernos entre esa marea de enanos simpáticos, porque varios nos saludaron, y uno venía hacia nosotros, me di cuenta de que aunque nos perdiéramos nos veríamos fácilmente. Quizás sonase ofensivo...

-Uy, ¿pero quién es esta hada tan guapa?-dijo sonriendo.

-Me llamo Delia-respondí educada, y él sonrió aún más, mientras Eider nos miraba con el ceño fruncido.

-¿Le gustaría a la señorita...-al toser el tritón, añadió-: Y al señorito, ir a la armería?

-¿Qué es eso?

-Un sitio donde hay muuuuchas armas, y algunas muy especiales-me guiñó un ojo cómplice, y le seguimos.

Llegamos después de andar poco, y, efectivamente, estaba lleno de armas, sobretodo de espadas. A nosotros nos dieron unas pintradas de dorado y azul, una mezcla extraña de colores, pero se veía que erna muy alegres.

-Cuidadlas, son especiales, se iluminan de distintos colores cuando aparece un enemigo-dijo susurrando misterioso.

-¿Qué enemigos?

Rió.

-Eso dejo que lo descubráis vosotros.

-Eso no nos va a ayudar en nada.

-De hecho sí. AUmentará vuetsra astucia y vuestro instinto.

-Pero nos puede matar al no saberlo.

Se encogió de hombros yéndose, y otro lo sustituyó sonriéndome. ¿Es que no había enanas guapas? Vale, mi nivel de crueldad subía mucho aquel día.

-Eres muy guapa, ¿quieres ir a un bar a tomar una copa?

Vale, tampoco saben ligar.

-Ey, deja en paz a mi novia, si se va a tomar una copa será conmigo, no contigo-intervino Eider rodeando mis hombros con el brazo.

Le miré mientras el enano se iba lanzándole miradas matadoras.

-¿Por qué hiciste eso?

-Porque era pararlo o nos íbamos a quedar todo el día con enanos tratando de ligar contigo.

Rodé los ojos mientras miraba las espadas.

-¿Por qué nos las habrá dado?

-No sé, la verdad. Quizás algún día lo averigüemos.

-¿Y si no lo hacemos?

-Lo hará el alma que vive dentro, es la que nos protegerá.

-¿El alma?

Sonrió enigmático señalando la inscripción en otro idioma de las hojas.

-Soy más listo de lo que crees-y cogiendo mi mano (de nuevo), fuimos paseando.









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