viernes, 4 de marzo de 2016

Capítulo 25

Me quedé quieta con una estúpida sonrisa remememorando los momentos vividos hacía apenas media hora. Primero con Derek, el cual era un galán, muy dulce, directamente la clase de chicos que todas desean, un príncipe azul. Luego estaba Eider, que, por decirlo así, era un borde, rebelde, un mojabragas, punto. El beso con Eider me gustó tanto, tanto, y me hizo sentir tanto, que quise probar si solo era con él, y lo habría hecho si el tritón no le habría lanzado una piedra al elfo. Sí, una piedra. Estaba loco perdido, pero me gustaban las locuras que hacía por mí. Y la verdad es que pensaba conseguir ese beso con Derek. Quería saber qué sentía. Y si lo sentía solo con Eider, o con los dos. Y por qué. Necesitaba respuestas.

Pero dejé el tema a un lado cuando vi al que parecía querer morirse así de joven hablarle a la cámara y sujetar lo que parecía un trozo de ala. Me estremecí, sintiéndolo en las alas también. Eso me daba un poco de esperanza ya que aún no había perdido la sensibilidad.

Vino hacia mí tan sonriente una vez se apagó la cámara, como si nada.

-¡¿Es que te has vuelto loco?!

Se rió como si nada.

-Es un plan.

-Pues espero que tu plan tenga un escondite, porque no sé yo cómo vamos a sobrevivir, mucho menos aquí.

-Delia, no creo que sea difícil, considerando que no somos nada al lado de tooodos los gigantes que hay.

Bufé de mala leche.

-Bobo.

-Yo también te quiero. Ve a buscar a Derek, que yo tengo que buscar un buen escondite, que no estemos a la vista aunque sea.

-Vale-acepté despidiéndome de él y yendo a buscar a Derek, que no debía de estar muy lejos.

Efectivamente era así, ya que lo encontré sentado en una roca sujetando su cabeza.

-¿Te duele mucho?-le pregunté preocupada agachándome y observando su rostro.

-Mucho.

-Podemos buscar hielo, deben de tener por algún lugar.

-Está bien, gracias, Delia. Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta?

-Claro, dime.

-¿De verdad ibas a besarme?

-Sí, ¿por qué?

-Es que no acabamos ese beso-dijo tosiendo.

Le miré preocupada y él alzó la vista mirándome también.

Cogió mis mejillas inclinándose un poco y rozó nuestros labios sin avanzar más como preguntándome si podía seguir adelante. Mi respuesta fue apoyar la mano en su brazo y acabar de juntar nuestros labios. Los empecé a mover con lentitud mientras él me seguía con cariño. Está bien, tenía una especie de sensación pequeña en el estóamgo, pero nada comparado con Eider. ¿Por qué lo comparaba con el sireno helado? ¿Por qué no sentía más? ¿Por qué no sentía más? ¡Debía sentir más!

Me incliné casi gruñendo en busca de la sensación sentida con el tritón, e hice que el beso fuese tornándose más intenso, como un tornado. El no se negó, de hecho lo recibió gustoso. Sus pulgares realizaban caricias circulares en mis mejillas. Y entonces lentamente me empecé a separar mirándole. El único cambio que vi fue sus labios un poco inchados y sus mejillas sonrosadas.

Pero nada. Pero nada, joder. El beso de Eider era más duro, no sabía cómo explicarlo, era como una ola furiosa que te zambullía y te hacía sentir de todo, y en cambio Derek era todo lo contrario; la carícia de una suave ola.

Sabía que estaba mal compararlos, pero no lo podía evitar. No lograba entender la diferencia.

-¿Estás bien?-me preguntó él sacándome de mis pensamientos.

-Claro. Vamos, levantémonos, hemos de irnos.

-¿Dónde está Eider?

-Buscando un escondite.

-¿Por qué?

-Porque se avecina algo malo.

-¿Algo malo para él?

-Sí.

-¿Y por qué nosotros también debemos sufrirlo?

-Porque somos sus amigos.

-Habla por ti.

-Entonces hablaré por mí, pero te vas a quedar solo aquí, y cuando quieras volver, buscar un refugio, ya será demasiado tarde, porque los piratas también te buscan a ti-dije tajante y seria.

-Está bien, perdona.

Asentí mientras caminábamos de vuelta a donde vi por última vez a Eider. Nos esperaba allí.

-¿Por qué habéis tardado?

Me encogí de hombros. ¿Era normal sentirme mal? La verdad es que me sentía como una pu... Eso. Creo que era la influencia de la sociedad en mí, porque yo podía hacer lo que me diera la gana, no salía con ninguno. ¿No? Eso esperaba...

-Bueno, como sea. Encontré un escondite, pero he de taparos los ojos.

-¿Por qué?

-Porque no me fío de vosotros-dijo tal cual, como si nada. Eso era lo que me gustaba de él, lo directo que era-. ¿Por qué sonríes?

-Por nada.

-Bueno, pues venga-dijo sacando vendas.

-Espera, espera-le detuvo Derek receloso-. ¿Por qué deberíamos fiarnos de ti si tú no te fías de nosotros?

-Porque yo soy el que ha encontrado el escondite y vosotros los que queréis esconderos.

-Pues yo me quedo a la vista-replicó él con un brote orgulloso.

-Bien, espero que tu muerte no sea tan dolorosa. O, bueno, me da lo mismo. ¿Delia?-me nombró girándose hacia mí.

-Vale, pónmela.

-¡Delia!-protestó Derek.

-Lo siento, pero yo prefiero no morir. Llámame egoísta, pero aunque él no se fíe de mí yo sí de él.

-Te está utilizando.

-Perdona, ¿qué? No, te equivocas. Lo que yo veo es que me está ofreciendo un refugio como ha estado haciendo todos estos días. Y como no soy estúpida y solo me centro en eso, lo voy a aceptar.

Eider siguió serio y se colocó detrás mío poniéndome la venda en los ojos. Se separó un momento, y mientras oía los bufidos enfadados de Derek. Supongo que se la estaba poniendo a él también.

Comenzamos a caminar guiados por él. Lo que me extraába era que nadie preguntaba que hacían dos personas con los ojos vendados siendo guiadas por otra. Supongo que estaban acostumbrados a ver cosas raras, ya que los gigantes luchaban y sus fans animaban. Una vez salió un ser que parecía desgarrado, sin miembros, debido al maquillaje, pero en realidad era para animar a su ídolo, que ver ese tipo de cosas le animaba más. Daba mal rollo, pero en fin.

El terreno de pronto se volvió rocoso o bien como si estuviéramos en un bosque. Derek gritó de dolor porque se había chocado de lleno contra un árbol, creo, y Eider se disculpó, aunque en realidad no lo sentía una mierda.

Empezamos a oír muchos aleteos, como si fueran de un centenar.

-Esto... Se acercan unos seres muy simpáticos, pero no pienso quitaros la venda, si lo hacéis, os clavo mi tridente.

Me reí por lo bajo y él refunfuñó una palabrota.

-¿Qué seres son?

-Ptedoráctilos herrados.

-¿Herrados?

-Es una nueva especia, están hechos de hierro.

-¡¿Hierro?!-grité con pánico.

-Sí, pero nos vamos a esconder y si nos ven y atacan, os diré cómo atacar, solo debéis seguir mis órdenes.

-Está bien-murmuré.

Puso una mano en nuestros hombros y nos hizo agacharnos entre unos matorrales.

-Chicos, demasiado tarde, dos vienen hacia aquí.

-¡Eres gilipollas por no quitarnos la máscara!-gritó Derek llamando más su atención.

-Cállate, idiota, que se acercan más aún-siseó Eider, y a continuación añadió-: Sacad las armas.

Saqué mi espada mientras oía el aleteo acercándose. Agudicé los sentidos con la respiración calmada.

-¡Delia, mueve la espada hacia delante!-me gritó de pronto, y como un robot seguí sus instrucciones sintiendo que rasgaba algo, aunque muy duro.

A través de los párpados cerrados me llegaba una luz de la espada, supongo que reaccionando al ser.

-¡Apuñala! Y tú, Derek, lanza la flecha a su ojo. Concéntrate en el aleteo, seguro que le das a algo, además de que la punta es mágica y eso les hará más daño. Delia les distraerá, tú, Derek, sigue disparando, yo me voy atrás de ellos para matarlos-dijo con firmeza.

-¡Nos va a dejar que nos muramos!-gritó.

-No es cierto.

-¿Cómo lo sabes?

-Confío en él. Por eso no me quité la venda.

-Delia, ¡tírate encima con la espada a la altura del pecho para que así no te pique!

Asentí haciendo lo que me ordenaba sintiendo que mi arma se hundía en algo y él chillaba desesperado.

-¡Bien hecho! Derek, sigue disparando, voy a matar al del hada...-murmuró, y de pronto se oyó un chillido final, después, silencio.

Creía que la manada se había ido lejos ya, y no les oía, porque no volvía.

-Delia, lo tienes a huevo, ¡apuñala!

Lo hice sin dudar y un nuevo grito surgió.

-Joder, de verlo me duele el ojo a mí-murmuró el príncipe, y con un chillido final dimos por acabada la matanza.

-¿Estáis heridos?

-No, creo que-me palpé-. Solo tengo rasguños, nada grave.

-Yo igual.

-Vale, pues sigamos andando...

Su mano volvió a colocarse en mi hombro mientras la adrenalina me hacía ir un poco más rápido y es que me sentía pletórica. Sin mirar había ayudado a acabar con algo peligroso. Y eso se sentía bien.

Seguimos caminando un rato más hasta llegar a un lugar que me hizo tropezar y caer al suelo. Eider me levantó del brazo y nos quitó la venda. Estábamos en una cueva bien oculta.

-¿Seguro que aquí no hay nadie?-preguntó Derek mientras yo me frotaba las manos y parpadeaba.

-No, sino ya estarías muerto.



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