sábado, 30 de abril de 2016

Capitulo 30 Maraton

Eider

Joder.

Si mi primera palabra y pensamiento fueron...Joder. Que estoy haciéndolo con una hada.
Bueno también lo fue...¡Me cago en la puta! ¡Por fin la he podido hacer mía, coño ya! Y en  mi mente saltaba de euforia. Desde hacia un tiempo pensé muchas veces en estar en una cama con ella, sobretodo cuando nos comíamos la boca. Cuando tenia piernas, la cosa que me colgaba y ahora tenia dentro de ella, se me ponía dura nada mas mirar sus piernas y su falda. Era algo ridículo, pero os juro que sentía una necesidad y una especie de excitación que no era normal.

Sin darme cuenta empece a mover rápido las caderas, y de fondo en mis pensamientos, oía sus gemidos mas altos que los míos. Era mejor que escuchar a una sirena cantar. Os lo puedo asegurar.

Le cogí la barbilla, la puse la cabeza  contra el suelo y le guiñe un ojo, volviendo al presente y haciéndole ver que era consciente de lo que hacia. Ya que me estaba arañando todo el pecho y la espalda.

-Tranquila hada, no te romperé a la mitad-Sonreí malvado inclinándome y dando mordiscos a su cuello

-¡Eider...Eider...!-Oí como gritaba mi nombre entre sus gemidos, y yo cada vez iba mas rápido, hasta que empece a ir lento, notando un hormigueo por todas mis piernas.

La verdad es que el momento fue...mágico, diría ella. Para mi fue pura pasión. Nunca había sentido tantas ganas de algo en mi vida. Verla gemir, sonreír y sonrojarse mientras todo su cuerpo se entregaba a mi, era algo que era digno de grabar, o enmarcar.  Estaba preciosa, mientras que su piel lila flojo brillaba como mil diamantes bajo mi cuerpo, sus ojos azules me miraban hipnotizados, como si hubiera llegado al cielo, y jamas quisiera bajarse. De sus labios...Ya ni hablemos, esos labios finos y el de abajo algo carnoso, siempre dulces como si siempre desayunase alguna magdalena y se le olvidase limpiarse el azúcar. Resultaba tan dulce, y a su vez tan sexy...que ya no sabia si tenia que tratarla como una princesa o directamente hacerla mía.

Sentí una sensación de mucho placer a lo largo de la cosa que me colgaba entre las piernas, intentaba no dejarme llevar pero lo veía complicado. Porque quería seguir, quería seguir haciéndola gemir, quería verla debajo mio diciendo que me quería, como sonreía, como cerraba los ojos y sus labios se abrían para soltar mi nombre en susurros que me ponian la piel de gallina.


 Delia

De todas las comidas que me habían encantado, de todos los vuelos altos y excitantes, nada, nada me había hecho sentir tan bien como me hacían sentir los movimientos de cadera de Eider, que se movía encima de mí a veces con lentitud, a veces con brutalidad. El caso, es que era excitante, y cuando gemía mostrándolo, hacía que resultara más excitante para él. Nos complementábamos, qué se iba a hacer.

Por otro lado, el pobre tenía el 50% de su cuerpo cubierto por arañazos que yo (amablemente ante todo), le había hecho. No me miréis raro, es cosa de lo que pone, sobretodo si era el chico que te gustaba, que encima era muy pasional.

-Eider...-suspiré de placer una vez más.

Y salió corriéndose, haciendo que su semen cayera por la arena, aunque algunas gotas alcanzaorn mi parte íntimida.

-Eider, no pasará nada, ¿no?

-Tranquila, no podrá fecundar el óvulo, no me corrí dentro.

-¿Y si resulta que sí?

-Asumiré el riesgo.

Asentí pensándomelo, porque en parte tenía razón, no había posibilidades.

-Has sonado muy empollón.

-Es que soy inteligente, hadita-me sonrió tumbándose sobre mí sin poner demasiado peso, y dándome besos en los labios.

-Ya lo veo, ya-dije peinándole con cariño, y le di un beso en la frente.

-¿Crees que hemos ido muy rápidos?

-Como si hubieramos ido lentos. Lo único que habría cambiado es el tiempo, porque los sentimientos seguirían siendo los mismos.

-Tienes razón.

-Siempre la tengo.

-Mentira.

-Verdad.

-Mentira.

-Calla-dije besándole, y mordí su labio con cuidado.

Él simplemente apoyó la cabeza sobre mi corazón. Lo único que me incomodaba era que sentía su colega en mi estómago.

-¿Estás cómoda?

-Quitando que siento tu amigo en mi estómago, sí-dije haciéndole reír.

-Te aguantas. Delia?

-Si?

-Espero que te des cuenta de que solo te sonrío a ti. Espero que sepas el significado.

Asentí.

-Gracias-y le abracé, sintiendo su pecho desnudo contra el mío.


Eider

Lo ultimo que recuerdo fueron besos.

Nos quedamos dormidos, agotados como si acabásemos de hacer una carrera por todo Niume. Me sentía cansado, agotado y hambriento. No se que hora era, pero la noche se había adueñado de nuestro día.

Salí de nuestra cabaña algo desmontada..."Sonreír con malas intenciones". (Cosa que no me extrañaba en absoluto) Porque nos habíamos movido como nunca. Nade un rato en el mar, hasta que vi a Delia salir, con su vestido algo arrugado. Le observe a la luz de la luna, mientras se peinaba con la mano y sonrojada miraba las estrellas que brillaban

-Espero que me perdonéis padre y madre...-Murmuro tapándose aun mas con la manta que tenia sobre los hombros.

No me iba a enfadar, ya que en cierto modo, yo pensaba mas o menos lo mismo. Si se llegaban a enterar de lo que habíamos hecho...No sabia que pasaría. Solo se que sufriríamos.

Mire el cielo tumbandome encima de las olas del mar, que acunaban mi cuerpo magullado y cansado. De todos los tritones que conocía, era el que mas resistencia tenia, y aun así, no podía con mi alma.

No dejaba de pensar en Delia, en el momento en el que la penetre, cuando gimió mi nombre sin parar, cuando sus ojos pedían a gritos que no me detuviera jamas. En su cuerpo desnudo debajo del mio, observando su piel lila brillar ante el sudor que emanábamos los dos al estar en continuo movimiento. Viendo sus pechos perfectos, su estomago plano que chocaba con el mio cuando me hundía en lo mas profundo de ella. En sus piernas abiertas dándome paso hacerla completamente mía. Por que lo era.

Sonreí mirando el cielo nocturno, observando las constelaciones que me recordaban a muchas cosas. Entonces me acorde. Mi hermano. Manzur. El Elfo oscuro que había contratado para aniquilarme. Y yo estaba aquí, en el mar, como si nada sucediera. Me había olvidado de todo, y se sentía bien. Y a la vez...Horrible

-¡Eider! ¡Eider!-Oí la voz de Delia. Nade hasta la orilla donde habían piedras enormes, y la vi encima de una, en la cual me apoye mirando sus piernas desnudas

-¿Que pasa Hada?-Le sonreí apoyándome en los brazos, admirando a mi chica. Espera...Lo era? Ni idea. Igualmente no diría nada, a ver cuanto tardaba en quejarse de que no le había pedido de salir.

-Lo que pasa...-Me miro triste-Es que jamas...

-¿Que ocurre Delia? -Estaba exigiéndolo, mas que preguntando-Me estas preocupando

-Ocurre, que jamas pensé que diría "Te quiero" a un tritón como tu-Se quito la toalla, y junto a ella,  el vestido. No llevaba ropa interior. Estaba desnuda, y esta vez, se entregaba a mi para que me apoderase de ella. -Adelante

-Te vas arrepentir-Susurre, y la baje al agua besándola, y poniéndola contra la misma roca en la que antes estaba.

Note sus manos enredarse en mi pelo, mientras uno de mis brazos la pegaba a mi, y el otro vigilaba de que no se diera cabezazos contra la roca. La tenia sujeta por la nuca clavando sus labios con los míos. Como deben estar, como siempre tuvieron que permanecer.

-Vas a dejarme sin aire Eider...-Se rió suave contra mis labios-No soy una sirena...tonto...

-No, no lo eres. Eres mejor-Cole la lengua dentro de sus labios y nos hundí debajo del mar.


Delia

Califiqué ese día como el mejor de mi vida, pero también temí decepcionar a mis padres si llegaban a enterarse. Yo ya era mayorcita y sabía lo que estaba bien o mal, y ellos (y toda la comunidad hada), estaban empeñados en decir que si te juntabas con un tritón o con una sirena estabas condenado. Sinceramente, creo que nunca se dignaron siquiera a hablar civilizadamente con ellos, mucho menos se enamoraron. Y si alguien lo hizo, lo ocultó. Quizás por vergüenza, quizás por el temor a lo que podían hacer, ya que los que fueron descubiertos se sometieron a humillaciones y otras crueldades. Pero yo sabía el riesgo. Y estaba dispuesta a correrlo. Quizás la frase esa de que se hacían locuras por amor eran ciertas.

Miré la luna, pensando. Si una hada iba ella misma a hacer el amor, se entregaba a esa persona. Me preguntaba si Eider lo sabía. Si no era así... Yo me encargaría de hacérselo saber. Así que me levanté, caminando contra el viento. No le había visto irse a ningún lado, pero sabía que estaría en el agua, así que me senté en una de las rocas, y le llamé, probablemente asustándolo. Pero conseguí el efecto deseado al desnudarme: me entregué a él. Y él lo entendió. Y yo entendí que, si en mi mundo no éramos aceptados, sin duda lo seríamos en el mar, yo al menos siempre que lo tuviera a mi lado.

Nos zambullimos en el mar en medio de besos, yo ya sin miedo al agua, porque él me había demostrado que si había algún problema, me salvaría. Y lo hizo, porque pude respirar perfectamente bajo el agua. Solo tuvo que poner su mano sobre mis labios y, ¡pum! Fue como si tuviese branquias o algo parecido.

Y me pareció divertido cuando me hizo suya bajo el agua. Incluso algunos peces pasaron por nuestro lado, pero nos ignoraron. Reí como nunca, aunque al principio me daba miedo tragar agua.

Finalmente, quedamos tendidos sobre la arena del fondo del mar, mirando ambos al cielo que se veía más allá. Parecía tan lejos... Pero no me importaba, porque el tacto de su mano y nuestros dedos entrelazados era el cielo en esos momentos.

Moví su brazo haciendo que lo colocara bajo mi cuello, y lo abracé con tranquilidad. Su herida ya se había curado, y ahora solo tenía una pequeña cicatriz que yo acariciaba con delicadeza.

-Delia... ¿Y mi hermano?

-Mañana volveremos y le iremos a buscar. Te lo prometo. Lo encontraremos-le aseguré, acariciando su mano en círculos con mi pulgar.

Asintió, y simplemente nos quedamos ahí, el uno para el otro. Hasta que me di cuenta de algo.

-Eider, tú eres un titrón, ¿por qué no tienes la cola ahora mismo? Antes de entrar al agua la tenías.

-Me he dado cuenta de que ha sido por desear no tenerla, y así hacerte el amor. Si yo quiero, puedo volverla a invocar, por así decirlo.

-Estás descubriendo tantas cosas que podrías hacer un libro.

-Sí, hada, tienes razón-sus ojos sonrieron, y nos fundimos en un último beso.

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